martes, 6 de junio de 2017

Ojitos rojos

Otro verano en el pueblo en cuestión y más cosas que contar... y mejores, claro. Ese verano una de mis mejores amigas me presentó a dos personas a las que me uniría mucho: una es la chica esa amiga mía denominada por aquel entonces la guarrilla, compi de aventuras; y la otra es su primo. Esta historia va del primo (aún no llegamos a episodios lésbicos...).

El caso es que el primo estaba (y está) bien bueno, aunque por aquel entonces su inocencia y sus braquets desviaban la atención del niño-hombre en cuestión. Le llamaremos R.

R era todo lo que una chica efervescente podría desear, guapo, no muy conocido entre la pandilla y un poco inocente, por lo tanto discreto. Era la ocasión de abusar de alguien, yo me sentía mayor aunque no lo era, porque teníamos ambos unos 14-15 años...

El caso es que ahí estamos, en las fiestas de otro pueblo caminando solos por la calle de madrugada, recuerdo sus ojitos rojos, ya habíamos pasado a V morreando con otra amiga mía encima del capó de un coche y me dijo algo así como...

-Sabes? yo si me liara con alguien no lo haría así, lo haría así...

Y me empotra contra una pared y me besa, bastante desastrosamente los dos con la cara hacia el mismo lado (ja!!). Le cojo cariñosamente la cara, y se la pongo hacia el lado correcto... y ahi si, le beso. Le beso tanto que me lastiman sus braquets. Nos besamos horas nos acariciamos toco su polla adolescente dura y me gusta. Y al amanecer... nos vamos.

Al día siguiente mi mejor amiga (prima de R) me dice:

-Abusona, qué le hiciste a mi primo! VETE CON MAYORES!!! Que lo tienes embobado que me dice que enrollarse contigo es como la canción de Enrique Iglesias.

Y yo ¿?

-Siii tia, la de ES UNA EXPERIENCIA RELIGIOSA...

Madre mía. Y con el tiempo siguieron pasando pues... historias.



Años más tarde y no tan niños nos reencontramos. R tiene algo que me sigue encantando, la discreción, y una muy buena polla por no hablar del sabor de su semen, aun lo recuerdo, era especialmente rico.

Recuerdo mis tetas en su cara. También como me silbaba para que saliera de mi casa de madrugada, e íbamos a la suya... yo salía de allí corrida y descalza para que no me escuchara su abuela bajar las escaleras. Qué bonito.

Lo mejor es que puedo decir que aún hoy en día, después de tantos años, somos amigos. Grandes amigos. Espero que le guste esta entrada.

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