martes, 23 de agosto de 2011

El pollito

Quizá mis primeros pasos en el sexo de verdad ocurrieron a mis 13 años. Como no, de veraneo en ese pueblo tan pequeño en el que años atrás un chico me besó por primera vez... o eso intentó. Con 13-14 años la verdad es que yo apuntaba maneras, me emborrachaba con mis amigos, fumaba lo que se me ofrecía (recuerdo que fumé cosas que no debía, pero fue más por ignorancia que por convencimiento) y hacía todo lo que los demás hacían, lo que implicaba intentar ligar o algo parecido.

El caso es que estábamos en las fiestas de un pueblo vecino, Aldeanovita, yo y otra amiga a la que ya me referí anteriormente como la guarrilla (con mi más sincero cariño). Entonces se nos acercaron 2 chicos, y nos preguntaron por un amigo suyo que había desaparecido. "Cuentos para mojar", pensé yo, y acerté... Uno era negro y el otro blanco. La guarrilla en menos de 4 chistes malos ya quería irse con el negro... y menos mal, porque por mucho que me pese soy racista sexual, no me atraen para nada los negros, y esta afirmación no tiene una explicación lógica... aunque en cuestión de sexo, pocas cosas lo tienen, porque una persona nos atrae o no, y no hay más. El caso es que a mi me tocaba el otro (éramos frías y calculadoras...).

La Paula de por aquel entonces llevaba dos coletas inmensas, se maquillaba góticamente, y llevaba una minifalda corta roja, con una camiseta negra super escotada con unas botas militares... (no voy a comentar mi atuendo, por supuesto la madurez me ha otorgado más estilo). Me levanté y me dirigí a J, apodado "el Pollito", y le besé (antes las cosas eran muy fáciles...). J era un chico guapo, de 24 años, que se puso muy feliz cuando descubrió mi piercing de la lengua. Me cogió de la mano y me llevó a un huerto (esto es de película), me empotró contra una pared y empezámos a besarnos frenéticamente, a tocarnos todo el cuerpo el uno al otro. Mi intención era no sobrepasar más límites pero a veces, una se encuentra a gusto, se deja llevar y acaba en tanga en medio del bosque con un tío al que llaman "el Pollito" comiéndole las tetas que frota su polla sin parar contra su culo. Lo del culo ya fue demasiado. Quien me conozca sabe que el sexo anal no es lo mío. Respecto al tema anal Rocco Siffredi dijo: "he aprendido que para meterte en el culo de una mujer antes tienes que entrar en su cabeza", y quizá ese sea el problema, que ningún hombre ha logrado lo segundo.

No se cuántas horas llevábamos en aquel huerto contra aquel muro, pero su insistencia con el culo me incomodó, así que miré mi reloj ficticio, dije que se me había hecho tarde y huí corriendo. Antes de huír "el Pollito" me ayudó a ponerme el sujetador y todo, menudo caballero. Actualmente pienso, menudo asaltacunas, menudo pringado, ¿con 24 enrollarse con una niña de 13 años? ¿quién estaba peor de la cabeza, él o yo? Aquella noche al menos toqué mi primer pene, aunque fuera a través de unos calzones bastante horteras.

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